Solía decírtelo cada mañana, tu cuerpo no es fuerte, no es buena tu tos, y la luz que entraba te me iluminaba y tú sonreías diciendo que no.
El tiempo pasó y mi temor aumentaba, en esa medida aumentaba mi amor.
El miedo a perderte me mortificaba, vivir para verte era mi obsesión.
Qué suerte, y qué dolor que pueda sentir así, soy fuerte y tendré valor para protegerte a ti.
Una bella tarde entre helechos y flores, te hablé presintiendo un oscuro final: si enfermas, te cuido y te lleno de amores y tú contestabas: eso no es amar.